11 días de expedición en la montaña por Hernán Rodríguez
Fotografía por Pato Díaz
La Cordillera de Los Andes es uno de los pocos lugares en el mundo que aún tiene valles vírgenes, desconocidos al ojo humano, vistos desde el aire, pero jamás visitados. Esto es un privilegio enorme para quienes buscan en la exploración y los deportes de montaña, tener la libertad de recorrer los lugares que esconde esta cordillera, la magia de los paisajes y su gente.
Junto a un grupo de atletas motivados y fuertes, Galo Viguera, Peque Aliaga, Raimundo Olivos, Tatan Clement y Pato Díaz, organizamos una expedición para ir a explorar una de las joyas de la zona central de Chile: El Valle del Cortaderal, ubicado en la sexta región. No hay mucha información sobre este valle, algunas fotografías en Andes Handbook son los únicos registros que nos pudieron entregar algo de información sobre el acceso y otras fotografías de las cumbres más altas del valle. Con estas pocas referencias nos hicimos una idea de lo que nos esperaba y empezamos a planificar el acceso, los objetivos, el material, etc.
A un mes de que partiera la expedición, llegó una noticia que nos dejó descolocados. Nos denegaron el acceso al valle. Gracias a la enorme gestión de Raimundo Olivos, el problema logró solucionarse de la mejor forma posible: helicóptero. Nadie se lo esperaba y nadie se la creía. Con cara de cumpleaños celebramos esta noticia y seguimos preparando la salida para la fecha propuesta.
Fotografía por Pato Díaz
“Llegó el día de partir. Ansiosos, pero muy felices de que al fin estábamos por empezar este sueño que veníamos organizando hace meses”.
Nos juntamos en el punto de encuentro con el piloto, cargamos todo al helicóptero y emprendemos vuelo. ¡¡Qué experiencia!! A medida que íbamos entrando al valle iban apareciendo montañones de izquierda a derecha, varios de ellos sin nombre ni ascenso alguno. A la derecha el gran Volcán Palomo que era nuestro objetivo principal. Un poquito más abajo la gran Torre del Cortaderal, y más al fondo, al final del valle se veía la laguna donde íbamos a montar nuestro campamento base.
Día 1:
"Empezamos a armar el campamento el que íbamos a estar instalados 11 días y 10 noches".
Aterrizamos en la laguna descargamos todos los bolsos, cajas de comida y equipamiento. Incrédulos y maravillados por estar en ese lugar. Armamos las carpas con un espacio amplio donde nos repartimos los 6, mas una carpa para usarla de despensa y guardar equipos. Dispusimos baños, en fin... Todo lo que necesitamos para estar cómodos durante 11 días.
Fotografía por Pato Díaz
“La primera noche nos tocó sin ni una nube, totalmente despejado, la vía láctea reventando en el cielo. Qué mejor recibimiento”.
Nos esperaban días intensos y en esos momentos de calma dentro de la carpa, abrigados y protegidos, los miedos y motivaciones aparecen, la constante lucha interna, los enfrento, converso con ellos, dialogamos. Aparecen rostros de las personas que están siempre ahí apoyando y que a veces, sin quererlo, nos llenan de energía en esos momentos en que las fuerzas van flaqueando o las dudas te hacen re pensar la situación. Como dicen por ahí, “ante la duda, ¡suba!”
Fotografía por Pato Díaz
Estos momentos de calma no fueron recurrentes, el viento nos azoto y fuerte, más de lo que pensábamos. El paisaje en general se ve modificado por esta fuerza desatada de la naturaleza. Sobre la nieve una corteza de viento va creando formaciones muy curiosas, como venas que van creciendo y entrelazándose. Grandes cornisas aparecen sobre los cerros, asomándose varios metros hacia el vacío peleando con la gravedad.
Atentos a estos factores nos propusimos los objetivos principales de la expedición: La Gran Torre del Cortaderal (3.968 msnm) y el volcán Palomo (4.860 msnm). El lugar ofrecía infinitas posibilidades de cumbres sin ascensos y líneas de ski de primer nivel. Dejamos abiertas las chances de visitar cualquiera de estos montañones dependiendo de las condiciones y cómo se iba dando la cosa. Si bien teníamos objetivos ya estudiados a través de las cartas geográficas y las pocas fotos que teníamos, todo podía pasar en un lugar tan hostil y cambiante.
Día 2:
"Dividimos el equipo para esta misión".
Decidimos partir con la Gran Torre del Cortaderal. La idea era hacerle una nueva ruta de escalada por su cara norte, además de esquiar la línea de acceso a esta nueva ruta que ascendía por un canalón bastante amplio que iba estrechándose a medida que subíamos. En su última sección no tenía más de 2 metros de ancho, con una pendiente de 45º a 50º.
Decidimos dividir el equipo para esta misión. Los esquiadores más fuertes bajarían primero por el canalón para aprovechar las buenas temperaturas y condiciones óptimas de la nieve. Los escaladores más fuertes seguirían en el intento de conectar esta nueva ruta hasta la cumbre de la Gran Torre.
Fotografía por Pato Díaz
Siguiendo esa lógica Galo y Peque bajaron primero, esquiaron de forma perfecta una línea muy estética. En cada curva derrochaban estilo y experiencia, un lujo de ver en vivo. Al mismo tiempo con Rai nos metíamos en ese mar de granito intento buscarle una debilidad a la montaña. El primer largo fue una mezcla de nieve y roca. El segundo largo mucha roca suelta y algo de hielo. Voy abriendo entre muchas piedras sueltas y protecciones alejadas. Solo tenemos unos pocos números y un juego de stoppers. Se hace difícil no botar piedras y Rai se esconde bajo una pequeña arista pegando el cuerpo lo mas posible a la pared.
Continúo siguiendo una linda fisura de manos por unos metros más, una serie de rompecabezas con bloques de granito suelto me detienen, avanzo lento por esta sección y logro pasar, ufff menos mal. Protejo con un camalot y subo un pie a una pequeña saliente de roca que asoma a la derecha y en ese movimiento siento mi pie izquierdo ceder y una gran piedra tipo televisión se desprende y baja en dirección a donde esta Rai. Grito a todo pulmón ¡¡¡¡“PIEEEEEDRAAAAA!!!!!!”. Segundos pasan y escucho ¡¡¡ ESTOY BIEEEN!!!. La piedra pasa a centímetros de Rai. Agradecidos de la salvada nos reunimos en una terraza y decidimos hacer 1 largo más. Abro otros 50 metros de pared y la situación se empieza a volver complicada. El frio me tiene los pies dormidos, se viene la noche y la roca no mejora. Bueno, el cerro no se mueve. Armamos una reunión y abandonamos la pared. Todo queda en el intento.
Rapeleamos al canalón donde teníamos los skis y después de una hora intentando sacar la cuerda de un atasco, empezamos el descenso. La nieve ya está durísima, y el cansancio de todo el día se siente en las piernas. Bajamos tranquilos con las últimas luces del día con sensaciones de que algo más se podría haber logrado, en fin, el aprendizaje es eterno y nos salvamos de una.
Volvemos al campamento donde nos espera el resto del equipo, todos muy contentos por el gran día que tuvimos. No podríamos haber partido mejor esta expedición. Primer día y ya esquiamos una línea increíble rodeados de paredes de granito naranjo. Qué mejor escenario.
Después de un festín enorme nos dormimos con la satisfacción de haber dado lo mejor.
Día 3:
"Amanecemos con un tormentón de aquellos".
Preguntamos el meteorólogo por el teléfono satelital. Se viene una ventana de buen clima en 2 días más. Justo lo que necesitamos para nuestro segundo gran objetivo. El volcán Palomo. Organizamos material, comida, las cordadas y la ruta a seguir. Es un cerro muy grande, con una línea clara de acceso remontando el glaciar Cortaderal hasta el filo Este, y luego siguiendo este filo hasta la cumbre. El glaciar se ve estable, con bastante nieve y algunos seracs que asoman a los costados. Observamos largo rato el glaciar para ver cómo se comportaba en el transcurso del día, si crujía o botaba algo de material… Nada. Todo tranquilo. Aprovechamos de guardar energías y el día pasa lento mientras escuchamos el viento y la nieve acumularse fuera de la carpa.
Día 4:
"El plan es desarmar el campamento y subirlo a un campamento alto".
Terminamos los preparativos para el día siguiente, el plan es desarmar el campamento y subirlo a un campamento alto a los 4.000 msnm aprox. Desde ahí hacer un ataque a la cumbre del volcán a los 4.950 msnm y bajar esquiando desde la cumbre hasta el campamento alto para desarmar todo y luego continuar esquiando por el glaciar hasta el campamento base que esta ubicado a 3.200 msnm.
Llega la noche y ansioso nos vamos a descansar. Se nos viene lindo pegue al día siguiente.
Día 5:
"Todos con mochila lista salimos con rumbo al campamento alto".
9:00am. Rumbo al campamento alto del Volcán Palomo. Nos encordamos en 3 cordadas de 2 personas para atravesar el glaciar Cortaderal.
Fotografía por Pato Díaz
“El paisaje es increíble entre paredes de granito y seracs gigantes. No paramos de tomar fotos, gozando con cada vista a medida que avanzábamos”.
La travesía nos toma unas 3 horas aprox hasta el lugar donde pensábamos montar nuestras carpas.
Finalmente encontramos una emplanada a los 3.700 msnm entre la cara Este del Volcán Palomo y la Gran Torre del Cortaderal. Montamos campamento, comemos, hidratamos y nos vamos a guardar listos para madrugar, el plan: despertar 5am para salir a las 6am.
Día 6:
El viento es muy fuerte, salimos a ver la situación. Nos metemos de vuelta a la carpa a esperar una tregua en el clima para salir a la cumbre.
Suena el despertador. Esperamos un par de horas hasta que la cosa se calma. Finalmente el viento baja en intensidad y rápidamente nos ponemos los skis, mochilas al hombro y largamos. Avanzamos unos cientos de metros sobre el glaciar para montarnos al filo. El viento vuelve a rugir fuerte, la tregua duro poco. Abrigados con todas nuestras capas continuamos sin detenernos mucho. Nariz, labios y bigotes congelados seguimos obstinados caminando, abriendo huella en este mundo de hielo y rocas. A mitad de camino el equipo se separa. Pato, Tatan y Peque deciden no continuar, el frio no los deja moverse y no sienten los pies hace mucho rato. Mejor devolverse a arriesgar, estamos en la mitad de la nada. Sin mucho dialogo continuamos.
Fotografía por Pato Díaz
“El viento sopla fuerte. Me siento en la Patagonia. A ratos es tan fuerte que no podemos dar un paso más”.
Clavamos los crampones fuerte en el hielo y dejamos que las rachas nos sacudan de un lado a otro hasta que baja en intensidad y volvemos a retomar, paso a paso, el camino a cumbre. Me toca ir primero, abrir huella a través de este gigante de nieve y hielo. El camino se ve súper obvio, casi evidente hasta la cumbre pero después de 5 horas de jornada desde que salimos de la carpa hace que cada paso cueste un poco más. Cada respiración mientras ganamos altura cuesta un poco más. Continuo con calma por la ruta más evidente, por las debilidades de la montaña. Me detengo unos segundos ante un cambio en la pendiente, algo llama mi atención, el hielo asoma azul a través de la nieve como diciendo algo, queriendo contarnos algo, avisarnos de un peligro quizás. Clavo los bastones con fuerza un metro mas adelante donde pienso dar el siguiente paso y se siente bien, seguro. Con toda la confianza, continuo.
“Un paso, otro más y todo desaparece en un segundo. El suelo se abre bajo mis pies y no siento más que vacío. Caigo libre por unas milésimas de segundos hasta que la cuerda me detiene”.
Otras milésimas de segundo en darme cuenta de lo que había pasado. Sin perder más tiempo me acomodo y saco un tornillo de hielo para asegurarme, mientras tanto arriba en la superficie, Rai no entiende nada. Fue todo muy repentino, me vio caer y un fuerte tirón casi lo da vuelta. Logra detenerse y clavar fuerte los crampones en la pendiente. QUÉ ONDA HERNAN!!!! TODO BIEN?? pregunta, pero el viento hace imposible comunicarnos, grita con todas sus fuerzas, lo mismo hago desde adentro de la grieta donde solo hay silencio. Un silencio fuera de la realidad. Afuera no podíamos escucharnos a 30 centímetros y ahora escucho hasta mis latidos. Estoy bien, muevo mis pies, analizo mi alrededor y solo siento calma, no hay dolor, no hay ruido, no hay nada. Solo miedo. Ese miedo que no paraliza, sino ese que te hace actuar, enfrentar y usarlo como un aliado, un aliado que me iba ayudando paso a paso a recordar lo que practicamos toda la tarde el día anterior por si algo así llegaba a pasar. Mientras estoy en eso analizando la situación, siento cómo la cuerda empieza a tirar desde arriba. No pasaron más de 5 minutos y ya estoy afuera. Rai me abraza, nos abrazamos en una reacción natural y damos gracias de que no paso nada más. Solo queda reír, de nervios, de sorpresa, de alegría. Si mi compañero no estaba atento quizás no la cuento, o la cuento desde la cama del hospital con el Rai al lado todo roto, y de seguro que no habrían risas.
Pasa un rato para recuperar, llega Galo, le contamos lo que paso y nos tomamos un momento para ver la situación. Volverse no esta en las opciones. La adrenalina empieza a bajar y dudo por unos segundo si continuar. Ante la duda, suba! Retomamos, solo nos quedan unos pocos metros hasta al cumbre. Solo se ven rocas, dejamos los skis y la mochila en ese punto y livianos avanzamos rápido. Finalmente después de 5 horas logramos la anhelada cumbre del volcán Palomo. Emocionados nos damos un abrazo gigante.
La cabeza se llena de recuerdos. Hay un pequeño ritual que me gusta hacer cada vez que logro una cumbre, mirar al cielo y darle las gracias al Cristobal, gran maestro, hermano del alma que perdimos hace unos años en Perú. Siento que lo voy a ver a él, que cada ascensión es una visita a uno de sus templos donde ahora vive su espíritu y que nos acompaña a todos los que lo recordamos en cada paso y esfuerzo máximo. Miro al cielo y le doy gracias por dejarnos entrar a su templo, por dejarnos llegar al punto más alto. Linda vista tienes desde acá, hermano. Glaciares enormes dando vida a los ríos que bajan por los valles formando bosques de cipreses milenarios. Ahí nos quedamos admirando todo, absorbiendo este paisaje para nunca olvidarlo. El Valle del Cortaderal, Valle del Río Cipreses, Valle de Río Tinguiririca, Valle del Cachapoal y de las Leñas. El Glaciar del Palomo, Glaciar del Cortaderal, Glaciar Universidad, Glaciar Manke y Grlaciar del Criprés por nombrar algunos de las increíbles formaciones de roca y hielo que podíamos ver desde la cumbre.
Fotografía por Pato Díaz
“Descansamos un rato, hidratamos, comemos y nos ponemos a desarmar el campamento. Ya todo en las mochilas bajamos esquiando por el glaciar. Una bajada muy disfrutada, sacando fotos y soñando con otras líneas”.
Pasa una media hora y comenzamos el descenso a pie hasta donde dejamos las mochilas con los skis. Descendemos con calma por tramos cortos y mucha precaución haciéndole el quite a las grietas y seracs que se asoman cada tanto. Llegamos al campamento donde nos reunimos y celebramos esta cumbre, tremendo día peleando con el viento y el frío.
Descansamos un rato, hidratamos, comemos y nos ponemos a desarmar el campamento. Ya todo en las mochilas bajamos esquiando por el glaciar. Una bajada muy disfrutada, sacando fotos y soñando con otras líneas. Llegamos al campamento base, armamos carpas y nos tomamos un buen vino para cerrar el día. ¡Jornada redonda!
Día 7:
"La sensación térmica afuera no subía de los -25ºC. La nieve entraba por todas partes".
Nieva desde muy temprano y entraba por todas partes, apenas podíamos ir al baño. Pasamos todo el día dentro de la carpa comiendo, dibujando, leyendo y comiendo nuevamente. Las carpas se hundían con el peso de la nieve y nos turnamos para salir a palear cada tanto. Repetimos esta rutina todo el día.
Día 8:
Se despejo y motivamos a escalar una pequeña aguja de granito que asomaba atrás del campamento.
Amanecimos enterrados en la carpas. Pasamos un par de horas re armando campamento y desenterrando todo lo que quedo afuera. Skis, bastones, mochilas, etc. Todo perdido bajo un 30 cm de nieve!
Fotografía por Pato Díaz
Se despejo y motivamos a escalar una pequeña aguja de granito que asomaba atrás del campamento. Lo que parecía como una jornada de un par de horas termino en un pegue largo. Estuvimos 1 hora avanzando el ultimo tramo de 60 metros, jabaleando en nieve polvo enterrados hasta la cintura. Una vez en la cumbre tuvimos que hacer equilibrio para ponerse los esquis y arrancar de la tormenta que venía desde el sur. Jornada de aventura en el patio de la casa. ¡Qué lugar! Como sorprende con lineas de escalada y ski a solo unos minutos desde la carpa. Cada día en este lugar era un regalo y así lo vivimos, dándolo todo en cada día sin dejar pasar un momento de buen clima. Nos propusimos bajar reventados, sin energías, y así lo estábamos viviendo.
Día 9:
“Esquiamos y escalamos toda la tarde en condiciones alucinantes”.
Teníamos planeado ir a escalar y esquiar la Punta Cortaderal, una montaña con una canal de nieve muy estética que hacia un recorrido desde la base hasta la cumbre del cerro, pero el clima no dio tregua. Fuertes vientos desde temprano nos obligaron a encerrarnos en las carpas toda la mañana. Este atraso nos hizo imposible intentar esta cumbre. Como segunda opción, optamos por ir a abrir una cascada de hielo cercana al campamento que estaba protegida del viento. Esquiamos hasta la base de la cascada, escalamos toda la tarde en condiciones alucinantes.
Fotografía por Pato Díaz
Ya en el campamento tocaba conversar de los planes para el día siguiente, nuestra última jornada en el valle. Había una montaña en especial que llamaba la atención por su forma estética, con una pala con forma de aleta de tiburón. Se veía de alto nivel técnico. La nieve se había asentado haciendo posible en teoría esquiarla sin peligro de avalancha. Para reducir aún más los riesgos era necesario subir muy temprano para estar en la cumbre con las primeras luces del amanecer. Luego de una larga discusión Rai, Galo y Peque se animaron a ir. El resto, Pato, Tatan y yo nos quedaríamos en distintos puntos para filmar el ascenso y descenso.
Tomada la decisión no quedaba mas que irse a descansar.
Día 10:
"Somos testigos de un descenso impecable".
4:00 am y suenan los despertadores. El equipo de cumbre está ansioso. Se nota en sus voces, se nota en su caminar, se siente en el aire. Están decididos a partir, tomar los riesgos evidentes que tiene este ascenso, evaluar las condiciones en todo momento y con paso seguro apuntar arriba.
En palabras del buen Rai:
“Nos despertamos a las 4:00 am con Galo y la Peque. A las 4:50 estábamos empezando a randonear en dirección a la aleta. Primera, segunda y tercera hora a oscuras. Ya en el filo noreste, amanece en el horizonte regalándonos un paisaje impresionante. Era la cumbre más anhelada y estábamos a unas horas de alcanzarla. Luego de unas pasaditas verticales donde tuvimos que asegurar con la cuerda, llegamos a la cumbre!! La cara este del cerro se iluminaba completa y nos daba la oportunidad de esquiarla en condiciones ideales. Nos quedamos ahí un rato disfrutando y montamos un rapel de 15 metros para poder entrar a la línea de ski. La Peque fue de primera, Galo segundo y yo de tercero. Logramos esquiar esta montaña con la que soñamos desde el día uno, a la que le queremos poner Punta Maco en honor a uno de los tiburones que existen en nuestras costas por su gran parecido a la aleta de un tiburón. La esquiamos entera y bajamos a celebrar con el equipo.”
Mientras pasaba todo esto allá arriba, en la base observábamos cómo, lentamente, las frontales iban subiendo y con la salida del sol esos pequeños focos de luz de convirtieron en puntos negros casi invisibles en esa tremenda pared blanca. Un par de horas en el frio de la mañana, compartiendo los amargos con Tatan para calentar el cuerpo y logramos ver que esos pequeños puntos se acercaban a la cumbre. Con el mega zoom de su cámara, Tatan logra ver el momento preciso en que el equipo se posa en la cumbre. Que lindo momento, lo celebramos como si hubiésemos sido nosotros mismos los que estábamos arriba, alegría total!
Fotografía por Pato Díaz
“Después de unos minutos somos testigos de un descenso impecable. Enfrentan la pendiente con fuerza, cada curva un reflejo de la pasión que tienen, la dedicación y horas de machacar las piernas en el cerro. Elegante linea en una montaña muy estética”.
Una vez todos en la base del cerro reunidos nos largamos a festejar. Coronar esta expedición con un cerro así, con esas condiciones y sin contratiempos. Corren los amargos para calentar el cuerpo entre conversaciones animadas y sonrisas plenas. Avanza la mañana y emprendemos rumbo al campamento base. Es nuestro último día. Las montañas nos regalan un atardecer mágico, todo teñido de naranjo y el horizonte en llamas nos recuerda la intensidad del momento presente. Mañana volvemos, se termina la estadía en valle del Cortaderal. Agradecidos de por vida.
Día 11:
"Lejos el día más duro de todos. Nos levantamos con las primeras luces a desarmar el campamento".
En el vuelo de ida sacamos fotos al valle para hacernos una idea clara de la ruta de vuelta. Calculamos unos 35km de caminata. La primera mitad con esquis hasta que el valle perdía mucha altura. Desde ahí esquis en la mochila tendríamos que caminar por otros 15 km más hasta el punto de encuentro con las camionetas que nos bajarían hasta Rancagua.
Eso era en el papel. La realidad fue la siguiente: empezamos el descenso esquiando la primera sección con 35 kilos en la mochila. Se hacia muy difícil esquiar hasta en la pendiente más fácil con ese peso. Avanzamos rápido hasta una planicie. Ahí lentamente nos deslizamos hasta otra pendiente fuerte. Luego una travesía larga por los restos de varias avalanchas de grandes bloques congelados. Después de 16 kilómetros avanzados en esquis nos toca hacer el primer cruce de ríos. Desde ahí ponemos pieles y randoneamos por otro par de kilómetros hasta que la tierra nos obliga a poner esquis en la mochila y continuar a pie. Ya son cerca de 40 kilos en la espalda. Durísimo. Como mulas avanzamos incomodos por tanto peso pero sin dejar de admirarnos por el valle. El grupo se empieza a separar cada uno a su ritmo. Después de unos 9 kilómetros de caminata nos topamos con una sorpresa de no creer: unos arrieros con sus mulas. Otra gran gestión del tío Rai. Todo coordinado previamente, los arrieros tenían la misión de esperarnos en ese punto y ayudarnos con las mochilas los últimos kilómetros hasta el punto de encuentro. Felices pasamos las mochilas y caminamos ligeros. A las 20.00 llegamos a este punto donde nos esperaba la última sorpresa de la expedición, un asado y cervezas heladas. Qué mejor momento.
Fotografía por Pato Díaz
Fueron 11 días increíbles en la montaña con un equipo de personas apasionadas por la naturaleza, el esqui y la escalada. Sintiéndonos pequeños frente a los elementos, maravillados con los paisajes. Eternos aprendices de la vida, estuvimos gozando y compartiendo como tribu andina.
"Que no pare nunca la motivación y que los ríos corran siempre libre por los valles!".
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